Aquella tarde, con el pan en las manos, nos recordó lo que era y soñaba, se nos hizo más cercano y más amigo.
Así nos abrió el corazón, la fuerza del amor se hacía pan, el mismo amor se nos daba como alimento.
Tal vez, no alcanzábamos a comprender; pero en el milagro del compartir nos hizo uno con Él y mientras el sol caía, la amistad nos trajo el cielo.
Que en la cruz, mirándote y antes de entregar su vida, te dejo a su Madre como ejemplo de amor. Buen Jesús, que con el mismo amor pueda llevar mi cruz de cada día…
Tratemos de imitar a María en su fe, en su esperanza y en su amor. Fe, esperanza y amor que la sostienen en medio de la prueba; fe, esperanza y amor que la hicieron llenarse de Dios. La Santísima Virgen María debe ser para el cristiano el modelo más acabado de la nueva criatura surgida del poder redentor de Cristo y el testimonio más elocuente de la novedad de vida aportada al mundo por la resurrección de Cristo.